Soberanía alimentaria en Takuaró: buscando oportunidades a través de la tierra

Bajo la sombra generosa de un árbol de mora, hombres, mujeres, jóvenes y niños de la comunidad Mbya Guaraní de Takuaró, en el departamento de Caazapá, se reúnen para conversar, sumando murmullo a los árboles que rodean la escuela comunitaria. Hablan de semillas, de lluvias, de las nuevas plantas que florecen en sus huertas, en la zona de influencia de la Reserva Natural Tapytá.

El proyecto “Soberanía alimentaria e inclusión a oportunidades de mercado” es una iniciativa que busca fortalecer la seguridad alimentaria y la autonomía económica de gran parte de las 60 familias que habitan en la comunidad. Gracias a fondos del Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI), con el acompañamiento técnico de la Fundación Moisés Bertoni, este proyecto es mucho más que una práctica agrícola: es una apuesta por el sustento autogestionado.



El cultivo comunitario

A pocos pasos del árbol de mora, comienza la chacra comunitaria, una extensión de tierra donde el verde tiene múltiples matices y significados. Allí, las hortalizas se entrelazan con los árboles nativos, las flores silvestres y plantas medicinales; las legumbres crecen junto al maíz y a los frutales, formando un cultivo asociado que rescata el conocimiento tradicional de la siembra diversa.

Más de 30 especies diferentes enriquecen estas huertas: mandioca, poroto, maíz, zapallo, lechuga, cebolla, frutillas… se alternan con guayabos, bananas, mangos y árboles nativos como el lapacho y el yvyrá pytã. Cada especie cumple un rol: unas alimentan, otras protegen, y juntas conforman un sistema que fortalece la fertilidad del suelo y evita la erosión en este terreno ondulado donde las lluvias suelen arrastrar los nutrientes.

Los árboles nativos, además de proteger el suelo, recuperan el equilibrio del ecosistema, atraen polinizadores y aportan sombra y humedad a los cultivos más delicados.

Cosechas que alimentan el cuerpo y la cultura

Las familias de Takuaró no solo producen para comer: también vuelven a cocinar con los ingredientes de su tierra. Los alimentos cosechados se aprovechan en platos tradicionales de la gastronomía mbya y rural: sopas de kumanda, panes de maíz, guisos, frutas frescas y miel, recobrando la memoria culinaria en la nueva producción del huerto.

En una esquina de la chacra, entre grandes bananos en flor se alza una pequeña estructura de madera donde se encuentra la producción apícola comunitaria. Su miel, ligera y aromática, se utiliza tanto como alimento como en preparaciones medicinales.

Este sistema diversificado no solo asegura una dieta más variada, sino que también genera excedentes. Por primera vez, los productores de Takuaró comienzan a vender directamente sus productos, sin intermediarios. En los encuentros semanales, las familias planifican qué vender, cómo mejorar la presentación y cómo organizarse para acceder a nuevos mercados locales.

Una pequeña semilla

En una comunidad vulnerable como Takuaró, la participación de todos —niños que aprenden a sembrar, mujeres que lideran la planificación de las huertas, hombres que acondicionan los suelos y jóvenes que registran los cultivos— esboza una pequeña semilla de cambio y de esperanza de erradicación de ciertas dificultades que la atañen, al igual que en muchas otras comunidades indígenas de Paraguay.

Cuando cae el sol entre las hojas de ese árbol de mora, la tierra húmeda conserva las huellas del trabajo del día, pero también las marcas de algo más profundo: la reconexión con la tierra y con la vida en comunidad no solo en las dificultades, también en el trabajo y en el cuidado.

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